LETO: ROCK Y AMOR DE VERANO EN LA URSS DE LOS 80.
LETO: UN VERANO DE AMOR Y ROCK
(Leto, Kirill Serebrennikov, 2018)
(Leto, Kirill Serebrennikov, 2018)
La música siempre ha sido una forma de expresar el sentir de una generación que usualmente trasciende las barreras del tiempo. Desde la música clásica hasta el grunge y el género electronico, ha pasado de ser una expresión puramente artística hasta un movimiento de rebeldía.
Es por eso que la música se convierte en un gran recurso para narrar historias. Y el director ruso Kirill Serebrennikov lo sabe muy bien. Más allá del arresto domiciliario al que fué sometido desde el año 2017 por acusaciones de haber malversado dinero de una asociación de artistas rusa, Serebrennikov es considerado un creativo que, sin miedo, se anima a hablar de la sociedad rusa, criticando duramente su postura ortodoxa y conservadora en sus trabajo como realizador.
En Leto: Verano de Amor y Rock, no se queda atrás, ya que el director se mete de lleno al mundo del rock ochentero de una nación rusa (en ese entonces aún Unión Soviética) que ansiaba expresarse con libertad, añorando a ídolos del rock como Los Beatles, David Bowie, Lou Reed, Iggy Pop, entre otros, que estaban vetados en el país por considerarse como música en contra de los valores soviéticos.
Todo esto lo hace enfocándose en la historia de orígen del rockero ruso Viktor Tsoy (Teo Yoo, en un gran papel) y el apoyo/relación que tuvo con el músico Mike Naumenko (Roman Bylik), pioneros del movimiento musical en el Leningrado de la década de los ochentas, donde las canciones tenían que ser aprobadas por un comité para tocarse en vivo y a tan solo años de distancia de que la Perestroika entrara para cambiar el panorama social (mas no el ideológico conservador) del pueblo ruso.
Si bien Leto (título que hace alusión a una de las composiciones de Mike Naumenko y su traducción es Verano) comienza como una cinta más estilo biopic musical que parece no ofrecer nada nuevo, llega a un punto de quiebre muy pronto en su relato. Ese momento se dá cuando suena una canción de los Talking Heads covereada por el cast de la cinta. Es ahí donde Serebrennikov pone las reglas y la esencia del filme gracias a un montaje refrescante que hace honor a las influencias directas del movimiento rockero ruso de la década.
La fotografía ayuda a que el relato se sienta más urbano con un blanco y negro que nos acompaña de principio a fin en la cinta, tanto en los momentos un tanto dramáticos en el extraño trío amoroso entre Viktor, Mike y la esposa de éste, además de que ayuda mucho a las escenas musicales casi oníricas que cualquier fan del rock disfrutará aún con su dote un tanto surreal.
Otro gran mérito son las actuaciones de Teo Yoo y Roman Bylik, quienes captan la esencia de la juventud rusa, rebelde pero reprimida por una sociedad que no aprobaba este tipo de música por considerarla perversa y que transgredía los valores de la sociedad conservadora soviética. Ellos, junto a Irina Starshenbaum, que interpreta a la mujer de Mike, Irina, logran un balance perfecto que sirve de guía en esta historia, reflejando todo esa angustia adolescente de esa generación.
Por obvias razones, la parte musical es fundamental. Incluso es tan efectiva la selección de los tracks que la película fue premiada con el premio del Festival de Cannes en el 2018 al Mejor Soundtrack de una cinta. Y es que mas allá de sólo mostrarnos las influencias, nos mete de lleno a los orígenes del rock de Leningrado al ponernos canciones de Kino, banda representativa de los 80s liderada justamente por Viktor Tsoy, de las composiciones de Naumenko, otrora líder de la banda Zoopark, entre otras canciones que combinadas con el aspecto cinematográfico de Serebrennikov, hacen de la cinta una experiencia única.
Sin duda, Leto nos ofrece en este verano una buena opción que va más allá del rock y del amor para mostrarnos los inicios de un movimiento así como del nacimiento de dos voces que fueron fundamentales en la década ochentera para el ámbito musical urbano de Leningrado.
Así, el director Serebrennikov, después de su anterior filme, El Discípulo, logra otra obra donde la crítica social está presente a través de la música rock de dos figuras que lograron sobresalir más allá de las restricciones en la Unión Soviética.
Calificación : 8.5 / 10
-Aj Navarro
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